“No escucho y sigo, porque mucho de lo que está prohibido me hace vivir” coro canción “Prohibido” de Callejeros (banda rock argentina).
El título del libro biográfico “No escucho y sigo” basado en la figura del DT nacional Jorge Sampaoli, es una declaración de principios. Habla sobre irreverencia, rebeldía, pasión, pero también de una persona tozuda, autosuficiente y sesgada. Tales adjetivos, podrían ser la descripción de un gran artista, pero no de un gran estratega. Al escribir poesía, pintar un cuadro o labrar una escultura uno transfiere el mundo interior a la representación artística, sin tomar en cuenta la opinión u observación de un tercero. Ni Beethoven ni van Gogh necesitaron escuchar para desarrollar sus composiciones. En cambio para personas que ejercen cargos en donde tienen bajo su mando a otras personas, como un político, chef de cocina o director técnico, es imprescindible -para un óptimo desarrollo de la profesión- darle cabida a factores externos. El asunto es que para hacer esto efectivo, uno debe escuchar. Por eso, para quien tiene un puesto de alta responsabilidad es una enorme limitación privarse de un sentido (audición). Y aunque la sordera sea de forma figurativa, después de conocer por años el comportamiento de Jorge Sampaoli, la frase “No escucho y sigo” resulta muy verosímil para definir al casildense.
Es lógico que un DT (como director de orquesta) tiene que actuar con convicción y decisión, y traducir sus ideas en el campo de juego. A veces no todas esas ideas van a gustar, siendo esto, muchas veces, un indicador de innovación y vanguardia. Lo que no es lo mismo que morir con las botas puestas. Igual que la lógica del artista que puede trabajar sin escuchar, lo de morir con las botas puestas dejémoslo para los vaqueros, pero no para líderes de un plantel. Un ejemplo de esta figura poética es cuando a Marcelo Bielsa se le criticaba por no poner a Hernán Crespo y Gabriel Batistuta juntos en la delantera de la selección argentina. En la época del mundial 2002, el rosarino quiso morir en su ley y terminó… muriendo. Ensayar nuevas formas es producente, casarse con ellas no. Además no hay que olvidar que el fútbol es una actividad colectiva; los árbitros tienen guardalíneas; los futbolistas tienen compañeros; los presidentes tienen directorio; y los entrenadores tienen colaboradores y orejas para escuchar a otras personas que también pueden tener buenas ideas. Si Sampaoli no entiende esto, le funcionaría mejor, ponerse como nombre artístico “El Callejero” y volcarse al mundo de la música como solista.
“Quizá habría sido mejor decirles que todos estaban en las mismas condiciones” reflexionaba durante la semana uno de los colaboradores más cercanos al casildense, según La Tercera. A propósito de la frustración de algunos jugadores de Chile por haber sido desestimados a priori por el cuerpo técnico nacional. He aquí un claro ejemplo del “no escucho y sigo” practicado por Sampaoli. Pero como dije al principio esta actitud tiene su lado positivo. La pasión por el fútbol ha llevado al DT argentino a poseer un nutrido conocimiento de este deporte. Asimismo su irreverencia lo ha conducido a generar un estilo futbolístico excepcional, un fútbol de autor. Además la sagacidad cargada de rebeldía lo convierte en un estratega que por momentos reemplaza su “sordera” por una visión profunda de lo que está sucediendo. Esa astucia y hambre de victoria, lo llevó a comprender que la selección chilena no lograría jamás una copa, sin empujar sus límites al máximo con: sobreexigencia física y tácticas suicidas. “Queremos 11 kamikazes que se jueguen la vida por la camiseta” dijo Sampaoli en su última aparición pública, reafirmando esta postura radical.
Escribo esto porque confió en Jorge Sampaoli y porque creo que no hay que hacer apología del “no estoy ni ahí” de Marcelo Ríos, ni del “no pesco”. Con esto no estoy diciendo que el libro “No escucho y sigo” lo esté haciendo, sino que hay que tener cuidado con celebrar actitudes de concepción limitada. El ex director de O’Higgins y la Universidad de Chile es un técnico joven, que ya ha alcanzado la excelencia. Quizá escuchando un poco más, rompería su techo.